Cuando te enfrentas a algo por primera vez, la tensión y los nervios son prácticamente inevitables. El desconocimiento, la incertidumbre, el miedo a hacerlo mal, a las críticas… Aún así, pasar por ese proceso es necesario, ya sea para saber con certeza si ese es el camino que quieres seguir o si deberías cambiar de rumbo.
Son muchos los pensamientos y las emociones que se juntan en un momento que ya es delicado de por sí. Si además lo haces en público, tal vez creas que la gente está pendiente de lo que haces, que van a buscar defectos o que se van a reír de ti, en tu cara o a tus espaldas. Y a ver, a veces es así, porque hay personas que son así. Es algo que forma parte del proceso.
A pesar de que haya gente para todo, en realidad lo que suele ocurrir es que:
a) a la gran mayoría de la gente le da igual lo que hagas y cómo lo hagas. No de manera negativa, sino que todos estamos más pendientes de nuestras propias historias que de lo que hacen los demás. Podemos prestar atención durante un momento, pero al momento siguiente ya hemos pasado a otra cosa.
b) la gran mayoría de las personas son buena gente. Si te aprecian, querrán que te vaya bien, haciéndotelo saber o desde las sombras, con mayor o menor efusividad. Si no tienen un vínculo especial contigo, les dará igual cómo te vaya, pero tampoco van a invertir energía en desearte lo peor o en hacerte sentir mal. Como mucho te observarán o te ignorarán y seguirán a lo suyo.
El estrés puede tener su punto
También habrá personas que te sorprendan, para bien y para mal. Personas de las que no esperabas ningún reconocimiento que te darán palabras de aliento, y personas que creías que estarían ahí para apoyarte que no aparecen ni se las espera. En mi opinión, recibir estas sorpresas es una de las mejores partes de exponerte.
Hacer cosas que no has hecho antes suele ser bastante incómodo. Hacerlo delante de otras personas, dejándote ver y, al mismo tiempo, deseando esconderte para siempre, le añade al asunto un punto de estrés bastante interesante.
Sonará como suene, pero para ciertas cosas yo necesito ese estrés. Es lo que convierte una situación hipotética en una situación real, porque lo que hago tiene consecuencias. Esas consecuencias no tienen mayor gravedad, claro está, pero el feedback interno y externo que me proporcionan es de un valor incalculable.
Para mí es importante ser realista y ver las cosas de la manera más objetiva posible. No solo porque me parece que es lo más sano a todos los niveles, sino porque me permite tomar decisiones con conocimiento de causa y con (cierto) sentido.
Mi experimento ¿fallido?
Una de las metas que me he propuesto es que quiero que me resulte más fácil expresarme en público, en vivo y en directo. Para obligarme a pensar sobre la marcha, se me ocurrió grabar vídeos en falso directo (directos sin audiencia) en Instagram. ¿Por qué? Porque me gusta complicarme la vida más de lo necesario, como de costumbre.
Pues resulta que solo he grabado dos y ya no quiero hacer más. Es decir, sí que quiero grabar más vídeos, pero no quiero hacerlo en ese formato en particular, porque:
- la calidad de los vídeos está un nivel por debajo de horrible. Parecen grabados con una papa.
- los vídeos no se pueden editar, y son lentos y dolorosos de ver.
- no se pueden poner subtítulos, cosa que tira para atrás a mucha gente (incluyéndome a mí), por motivos diversos.
- no creo que sea el formato adecuado para lo que quiero transmitir, ni para la manera en la que quiero transmitirlo.
Habrá quien esté de acuerdo conmigo, quien tenga aún más críticas que añadir a la lista y también quien piense que soy una exagerada. Ahí es donde tengo que centrarme en mis sensaciones: si yo no me siento cómoda con cómo me representan esas imágenes y considero que es mejor cambiar de rumbo, eso es lo que debo hacer.
Recalcular la ruta y cambiar de rumbo
Hay una cosa de la que me siento muy orgullosa: si algo no funciona, no tengo ningún problema en admitirlo y en recalcular la ruta. Pruebo, analizo y ajusto. Me dejo guiar mucho por mi intuición, siempre que tenga algo que decir. En este caso, después del vídeo que subí ayer me dijo bien alto «por aquí, NO».
Grabar y compartir estos vídeos no era algo arbitrario. Es más, el objetivo era muy específico: practicar para coger confianza, con el fin de atreverme a subir vídeos a Youtube. ¿Qué ha pasado? Que en lugar de ayudarme a coger confianza, el último vídeo me ha hecho cuestionarme toda mi existencia. Vale, tampoco ha sido para tanto, pero sí que me ha hecho replantearme mi estrategia.
¿Por qué no insisto? Si tuviese sentido, lo haría, pero en este caso no es así. Ese formato no me funciona y, lo que es más importante: tampoco me acerca más a mi objetivo final.
Aunque pensándolo bien… quizás esto era justo lo que necesitaba. Si con solo dos vídeos ya me he dado cuenta de que no tiene sentido posponer más el subir vídeos a Youtube, a lo mejor es que el experimento ha sido un éxito. Supongo que ambas interpretaciones son válidas.
Menos hipótesis, más pruebas
Me alegro de haberme animado a grabar los vídeos, a pesar de las oleadas de sudores fríos que me han producido. Hacerlo me ha ayudado a ver con más claridad cuál es el nuevo rumbo a seguir, y ahora puedo traspasar mis nervios al siguiente reto.
Las mayores revelaciones las obtenemos pasando a la acción. Podemos pasarnos la vida pensando e imaginando cómo podrían desarrollarse los acontecimientos, pero hasta que no tomemos acción en el mundo real, todo son hipótesis… cuando lo que necesitamos son datos y pruebas.