El sábado pasado me compré mi primer sujetador (sostén) sin relleno. No tiene foam, ni gel, ni aros, ni alambres raros ni una tela de dos dedos de grosor. Tampoco intenta levantar o juntar nada. Cumple la función básica que busco en un sujetador: que se ajuste bien a mí, a pesar de tener el pecho pequeño.
«Eeehm… ¿felicidades por la adquisición?»
Ya, soy perfectamente consciente de que es un poco extraño que me ponga aquí a contar lo contenta que estoy con mi sujetador nuevo. Lo hago con un propósito, así que confío en que al final esto acabe teniendo algo más de sentido.
¿Por qué yo no?
Tengo poco pecho, es lo que hay. Me pasé mi niñez y mi adolescencia esperando ansiosa el momento en el que me tocase «desarrollarme», como se suele decir. Ese momento nunca llegó. Como había varias cosas que me causaban inseguridad, mi atención se repartía entre todas ellas, evitándome el llegar a obsesionarme con una en especial. Si es que no hay mal que por bien no venga…
No estoy diciendo que me diese igual, ya que sería mentira. Las comparaciones pueden ser peligrosas, así que ver que eres prácticamente el único «proyecto de mujer» cuyo cuerpo no tiene todo lo que tienen los demás te hace plantearte cosas. ¿Por qué yo no? ¿Hay algo que falla en mí? ¿Estoy mal hecha? ¿Por qué soy diferente a las demás?
Como en realidad ya tenía una colección de cosas por las que podía sentirme diferente (más sobre esto otro día), añadí el tener el pecho pequeño a la lista e intenté no darle más importancia. A pesar de asumirlo, siempre mantuve la ilusión de llevarme una sorpresa más adelante. Se escuchan muchas leyendas urbanas por ahí de cambios milagrosos, y como la esperanza es lo último que se pierde… En fin.
El pecho pequeño y la imagen
A los 15 años me enseñaron que había sujetadores asequibles con los que hacer algo de bulto. Al menos servían para disimular un poco, así que me hice con un par. Fue de agradecer que me diesen alternativas a aquello de «¡pero si no lo necesitas!». Este tipo de comentarios, aunque vayan con buena intención, rara vez consiguen cambiar nuestra propia percepción.
Como a estas alturas ya estaba metida de lleno en el atletismo, me di cuenta de que para correr y saltar resultaba muy cómodo tener poca cosa que sujetar. Lo que ocurre es que la comodidad y la estética muchas veces están reñidas. Por mucho que supiese apreciar las ventajas de tener el pecho pequeño, sentía que me faltaba algo para estar completa.
La realidad era esta: estaba en plena adolescencia y había demasiadas cosas que me hacían sentir que no encajaba. No era tanto un problema de cómo me viese yo, sino de inseguridad por cómo me viesen los demás. Nada original, lo sé, y menos a esas edades. Quería sentirme como una chica normal y corriente, pero mi cuerpo y mi personalidad no es que ayudaran mucho.
Aprovecho para decir que la industria de la moda y el tallaje empleado en su producción en masa tampoco es que contribuyesen positivamente a la causa. Eso de las proporciones ideales está muy bien como teoría, pero en el mundo real los cuerpos y sus contornos no siguen reglas matemáticas. Es algo que sabe todo el mundo, pero no quería dejar pasar la oportunidad de decirlo.
El autoconcepto y la autoestima
Dejando mis traumas adolescentes aparte, me atrevo a decir que la cantidad de personas a las que les haya podido preocupar lo más mínimo mi pecho es irrisoria. El mayor problema al final me lo he creado yo sola intentando esconder algo que es evidente, solo por tratar de compensar otros aspectos que sí que causaban estragos en mi autoestima.
Admito que por mucho que crea que me da igual lo que piensen de mí los demás, nadie es inmune a ello el 100% del tiempo. Lo cierto es que si alguien no ve más allá de tu físico, probablemente se trate de una persona cuya opinión (y compañía) te deba resultar bastante insignificante.
Esto es válido tanto para los comentarios negativos como para los halagos. A nadie le amarga un dulce, pero vivir para agradar a los demás y para que nos regalen los oídos es igual de arriesgado que dejar que sus opiniones negativas modelen nuestra autoestima.
Es importante ser conscientes del contexto en el que nos hallamos para darle a las valoraciones ajenas la relevancia justa. Lo mejor que podemos hacer es el esfuerzo de vernos a través de nuestros propios ojos de la forma más compasiva y benévola posible. Quizá sea una forma muy simplista de verlo, pero por lo general a mí me funciona.
Hay lo que hay, y punto
En lo referente al pecho, aunque a veces condicione mi forma de vestir, normalmente no afecta a mi autoestima. Digo normalmente porque, de nuevo, hay momentos y momentos. Como dije antes, mi preocupación se ha centrado más en cómo me pudiesen ver los demás, y no tanto en mi percepción personal.
Para que conste, nunca he pensado en pasar por el bisturí para sentirme más a gusto. Para mis necesidades, aprender a quererme tal como soy me parece más beneficioso y menos invasivo. Si me supusiese un conflicto interno real y me privase de vivir una vida normal, entonces no tendría ningún problema en buscar otras soluciones.
Es imprescindible tener claros tus motivos a la hora de tomar decisiones. La línea entre «’tal cosa’ me hace sentir mal» y «me siento mal por cómo los demás ven ‘tal cosa’» a veces es casi imperceptible. Cuando sea posible, es conveniente ir a la raíz del problema, ya que los parches temporales se acaban desgastando.
Con los años voy teniendo una perspectiva cada vez más amplia sobre muchos aspectos de la vida. Uno de los que se ha fortalecido es que la salud debe ser la prioridad nº 1 en lo que a mi cuerpo respecta. Si mi cuerpo y mi mente funcionan bien, yo funciono bien. Si funciono bien, puedo dedicar tiempo a actividades y personas con las que disfruto, y serles de utilidad. Todo lo demás es secundario.
Simplemente: gracias
Por eso estoy tan contenta con mi sujetador nuevo. Es bonito, funcional y me hace sentir que no me falta ni me sobra nada. Es como un homenaje a mi cuerpo y a mi pecho pequeño. Así le agradezco que me haya acompañado hasta aquí y le demuestro que estoy orgullosa de que esté conmigo, tal como es.
* Aquí comparto una de mis múltiples inseguridades. Todos y todas las tenemos, pero las vivimos y las sentimos de manera distinta. Las mías no son ni peores ni más válidas que las de nadie, como tampoco son menos lícitas. La vida no es una competición para ver quién tiene más razón o quién sufre más. Tratemos de poner un poco más el foco en aquello que tenemos en común, en lugar de apuntar con tanta facilidad a lo que nos separa.
Claro que si Petra, sin complejos ????????????
????
Eres única, irrepetible y sencillamente UNA PERSONA maravillosa, no son halagos, es la realidad.
todo el mundo tiene alguna inseguridad, lo mío va de piernas gorditas, pero es lo que hay, así que a tu salud, me buscare unos pantalones cortos, prometo encontrarlos antes de que acabe el verano.
Un besazo
¡Muchas gracias por tus palabras Vero! Me encanta el objetivo que te has puesto, ¡esa es la actitud! A sacar esas maravillosas piernas a que les dé el aire y el sol veraniego, que luego el invierno no da tregua ;-) ¡Un abrazo fuerte!