Después de un par de semanas de reflexión, organización y «centración», vuelvo a manifestarme. Durante este tiempo, después del Campeonato de España pude irme a casa un par de días (¡por fin!), he comenzado a trabajar de manera más regular, he empezado a entrenar como corresponde (¡por fin! bis), duermo mis 7 horas y media y como como debo. Vamos, que después de año y medio peleando la cosa va cogiendo forma y estoy en el punto en el que quería y necesitaba estar. Sirva esto a modo de resumen… Seguimos p’alante.
He estado socialmente más desconectada de lo habitual, supongo que en parte es porque cuando voy a casa, cada vez menos a menudo, hay algo que se me remueve por dentro y que me deja bastante tocada, y la mejor manera que conozco para recargar energías es pasando tiempo conmigo misma. Habrá personas para las que esto no tenga ningún sentido, aunque sé que también alguna que otra habrá que diga «¡te siento, hermana!».
En este proceso de regeneración interna, he seguido con mi rutina de lectura de textos y visualización de testimonios y vídeos motivadores. Me gusta leer frases que resuenan en mí y me impulsan a seguir en acción, y me encanta inspirarme en las experiencias de otras personas, que en la mayor parte de los casos no lo han tenido fácil pero han aprendido a sacarle partido a sus puntos fuertes y a convertir aquellas condiciones que, a priori, jugaban en su contra, en ventajas. Hablo de gente cuyas circunstancias serían aceptadas por cualquiera como válidas para sentirse desgraciado y, en cambio, al leerlas o escucharlas lo que dan son ganas de aprender a sacarle el jugo a la vida como lo hacen ellos.
El mensaje que transmite estas personas es que antes de pretender hacer cualquier cosa en la vida, lo primero que debemos hacer es conocernos, aceptarnos y querernos como somos. A partir de ahí, el mundo es nuestro. Sí, visto así parecerá el descubrimiento del año (modo irónico ON), pero es que conocerse en profundidad y aceptarse de manera REAL y SINCERA no es tan fácil. Requiere tiempo e implicación en el proceso, hacerse preguntas y reconocer aspectos de uno mismo que muchas veces preferimos ignorar, haciendo lo que comúnmente se conoce como «esconder la mierda bajo la alfombra».
Saber qué es lo que nos mueve, lo que nos da ganas de matar, qué nos da miedo, qué nos hace flotar… (La rima ha sido casual). Entender que no tenemos por qué estar al 100% todo el tiempo, que habrá momentos en los que estemos a topísimo pero que no hay nada de malo en sentirse algo bajo de moral sin saber por qué. Ver que no hay necesidad de encasillarse en una profesión, ni en unas aficiones determinadas, ni en un estilo de vestir, ni en una forma de ser, porque podemos ser todo a la vez, ¡ahí está la gracia!
Si hay algo que no nos convence de nosotros mismos, tenemos pleno derecho a cambiarlo, a experimentar. Y lo mejor de todo: no tenemos por qué dar explicaciones. Habrá personas que nos acepten y a las que les gustemos así, otras que simplemente nos respetarán aunque no coincidan con nosotros y siempre habrá algun@ que nos pondrá a caer de un burro (haters gonna hate), normalmente porque no se han atrevido a dar el paso de hacer su propio trabajo de autoconocimiento y tienen que descargar sus frustraciones fuera.
Un apunte sobre esto último, y ya termino: debemos ser cuidadosos con las palabras que elegimos para dirigirnos a los demás, pero aún más con las que nos dirigimos a nosotros mismos. Pensamientos del tipo «no me merezco X», «si me pongo esto se van a reír de mí», «qué fe@ soy», «va a ser un fracaso», etc., JAMÁS nos van a llevar a nada bueno. Si no nos tratamos con respeto y nos valoramos, empezando por cómo nos hablamos, no podemos pretender sentirnos bien. A pesar de que esta idea sea de 1º de libro de autoayuda, es lo que parece olvidarse con más rapidez.
Aunque seguramente sobre decirlo, no trato de dar lecciones, solo comparto mi proceso de conocerme, aceptarme y quererme. Si no lo has hecho ya, te animo a que comiences el tuyo ;-)
– P –