Ayer no fui capaz de publicar nada. No fue por problemas con la conexión o por falta de ideas sobre las que escribir. Fue por algo más básico: estaba hecha un asco. Dicen que las cosas suelen ir a peor antes de empezar a ir mejor (o no, a saber). Como ahora mismo no tengo nada que perder, voy a confiar en que es así y a tomármelo como una señal de que estoy avanzando.
Si pienso en frío, tengo la experiencia suficiente como para saber que realmente es así. Mi historial en este tipo de procesos confirma que al principio la cosa se pone bastante fea, porque es cuando están todas las emociones a flor de piel, pero que luego todo tiende a estabilizarse.
En mi caso, no tengo término medio: si estoy bien, suelo estar muy bien, pero si estoy mal me precipito en caída libre. Soy muy así con todo. A pesar de que los momentos malos no son agradables cuando están pasando, como es lógico, es algo por lo que sé que tengo que pasar para poder pasar a la siguiente fase.
Una de las cosas más importantes que he aprendido con los años es a permitirme sentir. Aunque no vaya por ahí contándole a todo el mundo (o a casi nadie, más bien) cómo me siento, eso no significa que también me oculte mis propios sentimientos. Bueno, por supuesto que lo he intentado, pero como ya dije el otro día, mi cuerpo es más listo.
Normalmente espero a que haya pasado esta parte inicial para pedir ayuda, si es que la pido. Con lo introspectiva que soy, por lo general no necesito que hagan nada por mí aparte de escucharme. Bueno, dicho así parece poca cosa, pero saber escuchar no es una capacidad que tenga todo el mundo.
Probablemente suene un poco en plan «altanera, preciosa y orgullosa» lo que voy a decir, pero esto va de compartir lo que pienso, así que ahí va: que me escuchen me ayuda porque me sirve para poder analizarme a mí misma. Al oírme en voz alta, soy capaz de abstraerme y de escuchar lo que estoy diciendo como si viniese de otra persona. Me permite observarme como si no fuese yo, cosa que me ayuda a verlo todo desde otra perspectiva.
Esto está relacionado con la teoría de la mente, pero vamos, que el que sea una capacidad bastante útil no elimina del todo el tufillo a pedantería. Lo acepto. Sé que me tomo muy en serio mi responsabilidad sobre «yo, mi, conmigo» y que tal vez me pase de analítica, pero mira…
No resulta sorprendente que esta sea precisamente uno de las fuentes de mi malestar, cuando este aparece: la dificultad que tengo para dejar que otras personas manoseen en mis emociones. (!)
Voy a dejar reposar esto… acabo de tener una pequeña revelación. Intentaré seguir esta noche, y así compenso por la entrada que no publiqué ayer. (Sí, a esto he llegado: a hablar conmigo misma en público.)