Es habitual asociar el mostrarse vulnerable con ser débil, cuando realmente es más bien al contrario: son las personas capaces de reconocer su propia vulnerabilidad las que tienen mucho más poder sobre sus emociones y quienes generalmente las gestionan mejor. El primer paso para poder enfrentarse a algo es reconocer que existe, y evitar aparentar que no pasa nada.
Miedo a ser «normal»
En mi vida nunca he visto, conocido u oído hablar de alguien que no tuviese miedos e inseguridades. En general, entre unos y otras empleamos una cantidad absurda de energía en aparentar que todo va como la seda, que lo tenemos todo controladísimo y que no dudamos ni por una fracción de segundo de nuestras capacidades o del papel que jugamos en el mundo.
Nos da tanto miedo que el resto de la gente sospeche que estamos perdidos, que estamos sufriendo, que hay cosas que necesitamos expresar pero no sabemos cómo… que lo mejor que se nos ocurre es disimular y aparentar que «todo va bien». Yo peco mucho de esto, demasiado. Es algo que estoy esforzándome en cambiar y, aunque avance tres pasos y retroceda dos, tengo intención de seguir con ello.
Por eso también es importante para mí contribuir, en la medida de lo posible, a normalizar el hecho de no estar bien. Bueno, a verbalizarlo, más bien. Decir abiertamente que no estoy en un buen momento no es que me resulte agradable, pero el hecho en sí de no estarlo es peor para mí que «el qué dirán».
Lo que sí que me parece triste es que siga habiendo tantas personas ahí fuera sintiéndose mal por no sentirse bien. No se dejen engañar tan fácilmente: la cantidad de personas que no están preocupadas en mayor o menor medida por «algo» es irrisoria en comparación a las que sí lo están. Aparentar que todo va bien aunque no sea realmente así es la norma, no la excepción.
Nos parecemos más de lo creemos y queremos
No se trata de ir por ahí desconfiando de la gente y pensando que todo lo que dicen o hacen es pura fachada. Si digo esto es para tratar de hacer ver que esos pensamientos que se te pasan por la cabeza y que crees que solo tienes tú, también los tienen miles de millones de personas. Nadie es tan diferente, ni tan raro, ni tan especial como se cree… y eso es algo bueno, ya que es algo que nos une como seres humanos.
Por eso me gusta hacer tanto hincapié en la empatía, la compasión y todos estos sentimientos que exigen ver las cosas desde otras perspectivas distintas a la nuestra. Son necesarios para darnos cuenta de que nos parecemos mucho más de que creemos… y más de lo que muchas veces nos gustaría admitir.
El objetivo, más que querer evitar tener emociones negativas o preocupaciones, debería ser ser capaces de admitir que las tenemos. Reconocer que un problema existe es el primer paso para poder afrontarlo y buscar posibles soluciones. Todas las mentiras, incluidas las que dejamos crecer en nuestra propia mente, tienen las patas muy cortas.