Para ponernos en contexto, no estoy adscrita a ninguna religión. Mis padres fueron lo suficientemente considerados conmigo como para darme la oportunidad de elegir si creer en algo cuando tuviese uso de razón.
A pesar de ser ambos cristianos, uno de ellos era católico y el otro protestante, así que para evitarse líos dijeron «que decida ella». Esa deferencia que tuvieron es algo que nunca podré agradecerles lo suficiente. Por desgracia, dar la libertad de elegir no suele ser lo más habitual en estos temas.
Cursé toda mi educación primaria y secundaria en un colegio católico. Es decir, la asignatura de Religión estaba incluida en el currículo académico. Desde la primera vez que apareció la palabra «agnóstico/a» en uno de los libros de esta asignatura, a mis 7 u 8 años, la adopté como mi etiqueta para explicar mi estatus religioso. Era la mejor forma que encontré para decir «no comparto tus creencias, pero las respeto».
Esta visión no hizo más que fortalecerse a lo largo de los años a través del aprendizaje y la experiencia. Me costó alguna discusión que otra con ciertos profesores, pero es que para temas académicos siempre he tenido mucho carácter.
Religión vs. Espiritualidad
Aparte del catolicismo, también crecí observando de cerca el luteranismo. Cuando ves que dos ramas de la misma religión difieren en tantas cosas, empiezas a hacerte preguntas. Si a la ecuación le añades también otras religiones, la cabeza empieza a darte vueltas… Figuradamente, claro. Prácticamente todas defienden la existencia de un ser superior, lo llamen como lo llamen. Aún así, parece que muchas veces se les olvida que es algo que tienen en común.
Como agnóstica que me auto denominaba, solía afirmar que yo solo creía en mí. Recuerdo que, a pesar de no comulgar con ninguna religión, sentía envidia de que la gente pudiese recurrir a Dios para pedirle ayuda. Yo no sabía si existía Dios o no pero, en cualquier caso, me parecía egoísta plantearme acudir a él solo cuando necesitaba que me echase una mano. Por esa razón decidí no hacer uso del «por si acaso existe». En lugar de eso, seguí lidiando con todo yo sola. Tenía muy interiorizado que, si no le encontraba solución a mis problemas, nada ni nadie lo iba a hacer por mí.
Aún así, esa sensación de estar en inferioridad de condiciones respecto a quienes creían en ese ser superior siempre estuvo ahí, en segundo plano. Si bien creer en una misma es muy bonito y muy recomendable, no deja de ser bastante limitante echarse tanto peso encima.
Creer en algo… a mi manera
Un día, un buen amigo me recomendó que me leyese El Secreto, de Rhonda Byrne (no juzgues antes de tiempo y sigue leyendo, hazme el favor). El libro acababa de salir y yo no había oído hablar de nada de eso; era 2007 e internet no era ni de lejos lo que es ahora. Me lo leí y la Ley de la Atracción me llamó mucho la atención. ¿Qué mediante de la gratitud, la visualización y el pensamiento positivo podía cambiar mi vida? Pues sí, me pareció una idea muy interesante.
Como recordatorio, me definí como agnóstica con 7-8 años. Desde que tengo uso de razón he tomado todo con pinzas. No tuve ninguna revelación con El Secreto, ni con ninguna otra cosa que haya leído, visto o escuchado hasta hoy. Pero sí que saqué algo muy positivo de aquella lectura: la capacidad de creer en algo más grande que yo misma. Al considerarme «de ciencias», la física es algo que sí podía entender y creer.
Gracias a ese libro obtuve herramientas muy útiles que incorporar a mi forma de relacionarme con el mundo. Esa idea abstracta de que lo que atraigo a mi vida es una consecuencia de mis pensamientos es una de las premisas que más me ha ayudado a navegar a través de ella. Me permite seguir creyendo en mí, pero sin aislarme.
Creer que soy capaz de modificar mi realidad mediante los cambios que mis pensamientos y acciones generan en el universo resulta reconfortante. Es como si obtuviese ese apoyo que tanto deseaba poder pedir, pero sin restarle responsabilidad a cómo pienso y actúo yo. Esa es la idea, en resumen (pero muy resumido).
Libertad y respeto siempre
He podido darle forma a mi sistema de creencias libremente, sin imposiciones de ningún tipo. Este proceso continuará hasta el fin de mis días, ya que añado y elimino cosas según voy avanzando, equivocándome y aprendiendo. Eso es algo que nos corresponde a cada uno/a hacer: revisar lo que pensamos y creemos para comprobar si nos sigue sirviendo o si, por el contrario, tenemos que hacer algún ajuste.
En lo que me fijo es en los principios éticos de las personas. Si alguien tiene buenos valores y los lleva a la práctica, el nombre que le quiera dar a su propio sistema de creencias (o fe) me da lo mismo. Al final, la fe no deja de ser una herramienta para ayudarnos a transitar por el camino de la vida. Como en cualquier viaje, hay gente a la que le gusta ir sin rumbo fijo y dejándose sorprender. Hay otra, en cambio, que prefiere tener todos los cabos bien atados para evitar perderse y reducir la incertidumbre.
Cada uno/a decide (si se lo permiten) la cantidad de instrucciones que quiere seguir en su propio viaje. Si a lo largo del camino encuentras a alguien que parece perdido/a, claro que puedes ofrecerle ayuda con tu kit de supervivencia. Lo que es conveniente recordar es que dicha persona está en todo su derecho a no aceptarla y a continuar por sus propios medios. Y eso, también es importante respetarlo.
*(La inspiración para animarme a publicar por fin esta entrada vino de la canción Pray, de Sam Smith)
En el catolicismo los padres bautizan a sus hijos porque creen que es lo mejor para ellos, es una forma de protegerlos y de presentarlos ante Dios su creador y a toda la comunidad cristiana, no obstante, los padres no pueden obligar a sus hijos a creer en lo que ellos creen. El niño una vez mayor decide si quiere seguir adelante en la fe cristiana, si quiere creer o no ( La Confirmación). El niño dispone de la libertad de elegir.
En cuanto a las diferencias entres dos ramas de la misma religión cristiana, por desgracia tienes toda la razón, las diferentes denominaciones cristianas difieren entre si o no se ponen de acuerdo, a pesar de que creen en un Mismos Dios.
Y es una pena. Al final, parece una lucha de poderes, donde unos dicen que su forma es la mejor que la de los otros y se olvidan que no es sobre ellos, sino sobre DIOS. Esto es una de las luchas de la iglesia católica, lograr una armonía entre todos.
Por otro lado, ¿por qué no creer pudiendo creer?¿Por qué no creer si ningún daño tiene que hacer?. Si partimos de que es y hay un ser superior? ¿por qué no dejar que cargue un poco con las maletas pesadas?
De niños, adolescentes, …pedimos y pedimos a nuestros padres, a pesar de que tenemos ganas de no escucharles e incluso llevarles la contraria en todo, pero siempre volvemos a ellos. Estos son de carne y hueso, no perfectos y se enfadan cuando no nos portamos bien, aun así están con los brazos abiertos siempre que queramos volver. ¿No crees que seria mejor con el SER SUPERIOR?
La existencia de libros de autoayuda por así llamarlos no son incompatibles con la idea de CREE en algo superior, todo lo contrario, creo que pensar de forma positivo es muy importante para la supervivencia, para la salud. Pero disponer de esta capacidad o encontrar a alguien (amigos, un señor desconocido en el metro, la vecina con la que solo has cruzado un par de palabras…etc) que te ayude a hacerlo cuando te encuentras incapaz en un momento determinado, es algo SUPERIOR, es como SOBRENATURAL, es una bendición……etc. Hace creer que hay algo mas grande que nosotros mismos. Esto me lleva a tu frase “la fe no deja de ser una herramienta para ayudarnos a transitar por el camino de la vida” “Si alguien tiene buenos valores y los lleva a la práctica….”La Iglesias al final lo que pretende es ayudar a una mejor convivencia entre todos, mediante la enseñanza de una serie de valores, las cuales se detallan en los mandamientos ( no para limitar la libertad de nadie).
Esto es lo que creo dentro de mi ignorancia y Fe. Creo en Dios y es para mi una bendición. Ojala pudiera explicar porqué, pero no lo sé ( supongo que por su gracia).
Mis padre me lo inculcaron de pequeña, pero fue una decisión personal seguir o no. Y me alegro de que lo hicieran.
Gracias por compartir tu reflexión ;-) Lo que he querido defender ha sido el derecho de cada persona a creer en lo que quiera y como quiera, simplemente. Alguien puede seguir a pies juntillas los preceptos de una religión en concreto. Por otro lado, se puede creer en Dios sin que eso obligue a pertenecer a ninguna. O, también, se puede creer en «algo» pero sin querer ponerle nombre. Es una elección personal y nadie es mejor o peor por elegir una u otra cosa.
El adoctrinamiento puede resultar muy tentador, pero entender y respetar que cada uno/a siga un camino diferente al propio también es una opción, de ahí el último párrafo del texto. Creo que el mundo iría bastante mejor, con el corazón en la mano lo digo.