Hay días en los que me pregunto ¿realmente merece la pena todo esto?, ¿he tomado la decisión correcta? Sé que la respuesta es afirmativa, pero es una pregunta que siempre está planeando en el aire y que baja de manera periódica a darme un toque para que me acuerde de ella y reflexione.
Me pongo a pensar si tanto ajetreo un día tras otro, tan poco hueco para ver a mis amigos, el tener a la familia tan lejos, etc., se verá compensado. A esto se le añaden los «entrenos minimalistas», como los llamo yo, ya que hago lo justo y un poco menos de lo necesario a lo largo de la semana, y no termino de ver claro que eso vaya a ser suficiente si me fijo en lo que entrena la gente «normal» (ya no digamos quienes se dedican solo a eso). En este punto me vuelvo a preguntar: «Pero así, ¿a qué aspiras? Las cuentas no salen, muchacha…»
Y es en ese momento cuando echo la vista atrás y veo todo el camino que he recorrido hasta llegar hasta donde estoy hoy. Veo que en este deporte (y en casi todos, supongo) no sirven las matemáticas, que todas las mediciones objetivas de los entrenamientos pueden ser excelentes pero luego el día de la competición no sale nada, sin que encuentres explicación. Y, también, como puedes no encontrarte en tu mejor estado de forma y lo das todo por perdido, pero te sorprendes haciendo una gran marca por el simple hecho de haberte liberado de la presión.
Me veo a mí misma por estas fechas en 2013 cuando, después de más de un año sin hacer absolutamente nada de actividad física y de unos cuantos más previos con la lesión a cuestas, me encontraba luchando por recuperar poco a poco algo de masa muscular y conseguir hilar entrenos sin desmontarme (cosa que me costó lo suyo, por cierto). Y ya cuando recuerdo el Campeonato de España Absoluto de Alcobendas de este verano, habiendo entrenado lo que buenamente podía, 4 años después de mi última participación en un nacional, obteniendo la recompensa de dos cuartos puestos que supieron a oro, con marca personal en triple y cerca de mis mejores marcas en longitud… Me siento orgullosa, porque las ganas y la motivación vencieron a las fórmulas y a la lógica.
En ese momento, a pesar de todos los factores negativos, incluso dolorosos, que implica el apostar por materializar mi sueño, siento que lo que estoy haciendo tiene sentido. Así, obtengo las respuestas a dudas existenciales. ¿Realmente merece la pena todo esto? POR SUPUESTO QUE SÍ. ¿He tomado la decisión correcta? SIN DUDA ALGUNA. ¿A qué aspiras? A TODO.
– P –