Esta pregunta tiene fácil respuesta en mi caso: no, no estoy haciendo lo que quiero hacer. La siguiente pregunta sería «¿y por qué no lo estás haciendo?» Esa respuesta va a ser un poco más compleja, pero voy a intentar darle forma.
Mi historia (y confesión) personal
Iba a empezar diciendo que «si me conoces blablabla». En estos momentos estoy en pleno proceso de redescubrimiento y se puede decir que casi no me conozco ni yo, así que me limitaré a lo más básico.
Por un lado, fui atleta de Alto Rendimiento durante muchos, muchos años. Por otro lado, estoy (no soy) Licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, y la mayoría de mis pinitos laborales los he hecho en ese mundillo.
El orden en que nombro estos hechos no es aleatorio: el atletismo llegó a mi vida mucho antes que el INEF. Digo esto porque ahora viene la confesión: nunca he sido una apasionada del deporte. Es decir, para practicarlo yo sí, si no no me hubiera comprometido con él como lo hice. Eso fue porque era el deporte específico que me gustaba a mí, pero el deporte como concepto global de «me da igual una cosa que otra», es otra historia.
Vocación, divino tesoro
Hay gente que parece que llegó al mundo con la vocación por una profesión determinada bajo el brazo y se agarran a ella hasta el fin de sus días. También hay gente que va cambiando de profesión como de estación, unos por necesidad, otros por hambre de novedad.
Por desgracia, nunca he sentido esa pasión desenfrenada que sienten muchas personas por el ejercicio físico. Espero que se entienda: me parece maravilloso y muy útil dentro del conjunto de prácticas relacionadas con la salud y el bienestar, y es un universo tan amplio que creo que todo el mundo puede encontrar algo que le motive dentro de él.
Por ese lado, me encanta y me parece tan imprescindible como dormir o comer. Ahora bien, de ahí a sentir «oh, sí, es lo que da sentido a mi vida y no me veo haciendo otra cosa»… pues no.
Las personas que han tenido claro casi desde que nacieron qué es lo que querían hacer con su vida me dan envidia. Envidia sana o cochina, elige la que quieras, pero esa claridad y ese rumbo es algo que siempre he soñado tener.
Me metí en la carrera de CAFyD de rebote tras un intento fallido en otra carrera y un año complicado en general, como algo supuestamente provisional mientras “descubría mi vocación”. Esa vocación tardó otros doce o trece años más en asomarse a escena, así que durante todo ese tiempo (y un poco más) me dediqué a seguir esa corriente en la que ya estaba metida.
Esto es algo que siempre me ha hecho sentir tremendamente culpable, así que ser capaz de decirlo abiertamente (en este pequeño rinconcito de internet que ve poca gente) es un gran paso para mí. Que la culpabilidad sigue ahí, pero como que libera un poco.
Recalculando la ruta… constantemente
Debido al momento que estamos viviendo, hay bastante gente que se ha visto en la necesidad de reinventarse profesionalmente, aunque también hay otras personas que han aprovechado la coyuntura para darle un giro a su vida. Yo no tengo muy claro en qué grupo estoy, pero lo de la reinvención y lo de girar suena bastante bien.
No soy ni la primera ni la última persona que tarda un tiempo en descubrir que aquello a lo que se dedica no le llena tanto como pensaba que le iba a llenar, o que necesita ir haciendo ajustes por el camino. Sí que es cierto que yo ya empecé por un motivo cuestionable (comodidad), aunque realmente confiaba en ir pillándole el punto al asunto.
Después de terminar la carrera y ver que las salidas que estaban a mi alcance no encajaban especialmente conmigo, hice lo que tenía que hacer: seguir formándome. Me especialicé en el método Pilates, que presentía que podía adaptarse mejor a mi manera de ser y de entender el ejercicio. En aquel momento, acerté de lleno.
Esa formación, unida a los cambios por los que estaba pasando simultáneamente a nivel personal, me llevó a profundizar más en la conexión cuerpo-mente-alma. Hasta entonces no me había considerado una persona especialmente «profunda», pero mira, el juego de la vida consiste en ir desbloqueando niveles.
De todo se aprende. De TODO
Todas las experiencias laborales que he tenido me han enseñado muchísimo, tanto sobre mí como sobre lo que supone trabajar con, para y por otras personas, cada una con su propia idiosincrasia. Para mí ha sido como una investigación de campo en toda regla. En ella que he podido experimentar de primera mano qué se siente al sumergirte en distintos entornos, a veces tan ajenos.
Esta ha sido una de las cosas que más me ha ayudado a ganar una perspectiva mucho más amplia acerca de cómo funciona el mundo. A través de la experiencia es como de verdad se aprende, así que estoy contenta y agradecida por todo lo que he vivido hasta ahora. Este proceso de ensayo, error/acierto y vuelta a empezar es lo que me ha llevado a descubrir qué es lo que me gusta, qué se me da bien y qué es lo que quiero hacer a partir de ahora con ello.
Más importante aún, si cabe, es que me ha ayudado a tener muy claros cuáles son mis principios y valores. Después de una lucha interna que ha durado años, he tomado la determinación de hacer todo lo que sea posible por representarlos y vivirlos, tanto en mi vida personal como profesional. Si tuviese que quedarme con algo de todo lo aprendido hasta ahora, elegiría esto sin dudarlo.
Vale, y… ¿cómo puedo saber qué es lo que quiero hacer?
Como decía antes, hay gente que está haciendo exactamente lo que quiere hacer, ya fuese por vocación o porque se encontraron con ello de manera fortuita por el camino. Esa no ha sido mi experiencia y, por mucho que haya momentos en los que dé coraje, es lo que hay. Si resulta que tú eres una de esas personas, de corazón te digo: ¡disfrútalo!
Por verle el lado optimista, una de las grandes ventajas de no seguir una ruta predeterminada es que no te queda más remedio que prestar más atención a las señales que te vas encontrando. Y digo ventaja porque la capacidad de prestar atención es un valor que cotiza al alza en estos tiempos que corren.
Si te pasa como a mí y sospechas que no estás haciendo lo que te gustaría (o lo tienes claro, vaya), estas son algunas de las preguntas que puedes hacerte para ir tirando del hilo:
- ¿Estoy haciendo lo que quiero hacer?
- ¿Por qué? ¿Qué me ha llevado a estar en la situación en la que estoy?
- Si no existiesen los «peros», ¿qué es lo que realmente me gustaría estar haciendo? (Sin filtros, nadie lo va a leer si tú no quieres)
Soy muy fan del brain dump, que básicamente consiste en vaciar el cerebro. Coges papel y boli y escribes todo lo que se te venga a la cabeza. También soy fan de ir poco a poco, que de embalarse a agobiarse hay una línea muy fina. Mi consejo: escribir, soltar y dejar reposar.