Vivimos tan metidos en nuestra propia burbuja que a veces no vemos todo lo que pasa a nuestro alrededor. Yo la primera. Toda acción tiene su reacción, sea ésta visible o no. Por eso mismo, sería interesante darnos cuenta, aunque fuese de vez en cuando, del impacto de las pequeñas acciones propias y ajenas.
Puede que con un simple cumplido del tipo «me gusta tu camiseta» me alegren el típico día en que parece que todo va al revés. Leer o escuchar una opinión sobre un tema dado y sentirme aliviada al ver que hay más personas que piensan parecido a mí. Cambiar algo en mi comportamiento o rutina porque lo he copiado de otra persona, incluso de manera inconsciente. Todos ellos son pequeños detalles que pueden marcar una gran diferencia. (Ejemplos con tintes negativos también hay, claro, pero para qué entrar en ellos.)
Poner cuidado en las interacciones
Me gusta pensar que puedo influir para bien en la vida de otras personas, igual que otras personas lo hacen conmigo. Creo que así es como funciona el mundo, ni más ni menos. Es prácticamente imposible vivir en un estado de aislamiento. Podemos limitarnos a observar, pero en ocasiones la interacción es inevitable e, incluso, necesaria. Por eso, intento poner mucho cuidado en las palabras que elijo para expresarme y en la manera en la que me comporto. Y no, no es para ser intentar ser perfecta o para que digan de mí «oh, mira ella, ¡qué buena es!». Es porque considero que bastantes cosas desagradables pasan porque sí como para encima echar más leña al fuego. Si en lugar de eso puedo echarle un vasito de agua, por pequeño que sea, pues se lo echo.
Elijo la sonrisa siempre que sea posible
Habrá gente que piense que no tiene por qué ser ejemplo de nada, o que tiene todo el derecho a expresarse como le apetezca. No les falta razón, claro. Para mí, es una cuestión de elección. Por poder, puedo ser lo que quiera, pero elijo deliberadamente ser y comportarme así. Entre sacarle una sonrisa o una lágrima (de dolor) a alguien, siempre que pueda optaré por lo primero. Aunque no pueda ser así el 100% de las veces, que al menos exista la intención. Así el balance siempre será positivo.
¿Esto quiere decir que no me enfade o que no discuta? Pues no, ya que a veces la ocasión lo requiere (aunque admito que ocurre más bien poco). He aprendido a ver cuándo hay interés por llegar al entendimiento y cuándo es como darse contra una pared. Igual que yo elijo, lo hace el resto… y dos personas no discuten si una de ellas no quiere.
Las pequeñas acciones cuentan
Todo lo que hacemos tiene consecuencias. Absolutamente todo. Depende de cada uno y cada una elegir qué naturaleza queremos que tengan nuestras acciones, aun no pudiendo controlar sus consecuencias. En mi caso, la sensación que me produce contribuir a que otra persona se sienta bien es el mejor premio que he recibido nunca. Quien también lo ha sentido, sabe de lo que hablo. Quien no, le invito a que lo pruebe. Y cuidado, que engancha.