Tras una semana con el reto del amor propio puedo afirmar que, a pesar de que febrero sea el mes más corto del año, a mí se me va a hacer largo. Y es que quererse requiere voluntad y esfuerzo.
Como adelanté en el post previo a este, he estado compartiendo a través de mis perfiles de Facebook e Instagram qué hago yo para alimentar mi amor propio. Justo después de publicar el tercer día, en donde decía que me sentía muy cómoda con esto blablabla, me puse muy nerviosa. Tan nerviosa me puse que dormí fatal. Ay, las hipocresías involuntarias de la vida.
Primeras conclusiones
Durante esta semana he llegado a algunas conclusiones:
- Mi diálogo interno es bastante positivo y compasivo. Si me doy cuenta de que en algún momento no lo es, lo transformo para que lo sea.
- Tengo recursos como para conseguir «venirme arriba» en (casi) cualquier situación.
- Mi problema no es quererme. Mi problema es admitir ante el resto del mundo que me quiero. Esto era algo que ya sabía, pero los nervios que me cogí fueron precisamente por eso. Lo de echarme flores es lo que peor llevo, con diferencia.
- Me resulta muchísimo más fácil compartir las «imperfecciones» que acepto de mí que aquello que me gusta sin más.
- Esto lo hago por mí, principalmente, pero echo en falta que haya alguien que me copie. Tengo que hacer algo que anime a la gente a unirse.
A pesar de que ya se me esté haciendo cuesta arriba nada más empezar, creo que los resultados merecerán la pena. A medida que vayan pasando los días tendré que romper barreras que me van a incomodar. Me costará alguna que otra noche más de insomnio, sin duda, pero eso es señal de que he tocado un punto sensible.
Quererse puede ser duro
Para esto del amor propio hay que pasar varios filtros. A veces hay creencias que tenemos tan interiorizadas que ni siquiera nos damos cuenta de que están ahí. Descubrirlas y decidir si son ciertas o no es un trabajo que puede resultar muy duro. Tal vez nos demos cuenta de que necesitamos ayuda para conseguirlo. Es completamente normal y no es nada de lo que haya que avergonzarse. Yo llevo un tiempo planteándomelo seriamente.
Si me estás leyendo, de verdad que te animo a hacer el reto conmigo. Hacer el esfuerzo diario de hacer algo por ti, de reconocer una cualidad de la que te sientas orgulloso/a o de evitar algo que te puede dañar, no puede traerte más que consecuencias positivas. Es tu elección, así como también lo es compartirlo si decides hacerlo, pero por probar no creo que pierdas nada.
Sé que ser vulnerable no es fácil. Serlo públicamente mucho menos, para qué negarlo. Pero, desde mi experiencia, cuando te abres te das cuenta de que hay más gente que se siente como tú. Aunque creas que lo que te interesa, te preocupa o te avergüenza solo te pasa a ti, no es así. Pero claro, ¿cómo lo vas a saber si nadie habla de ello?