Reflexiones, Relaciones Interpersonales

Soy feliz si tú eres feliz

Desde siempre me he considerado una persona solitaria. E independiente, pero sobre todo solitaria. Ya desde pequeña me gustaba ir a lo mío, que no significa que no jugara con otros niños o que no fuera sociable (de hecho, lo era muchísimo más que ahora), pero la ausencia de gente nunca ha sido un obstáculo ni un freno para mí a la hora de hacer algo. Esto lo considero una gran ventaja, ya que no sufro las limitaciones que supone la dependencia hacia otras personas. La mayor parte del tiempo, se entiende.

Por suerte, desde muy tierna edad he ido construyendo un círculo de confianza a mi alrededor, de manera más o menos consciente, y me enorgullezco de que haya miembros en ese círculo que llevan desde los inicios conmigo.

No es fácil mantener la conexión con una persona a lo largo del tiempo y menos cuando es la vida misma la que va trazando el camino que sigue cada uno, pero cuando la base es sólida, es decir, cuando la relación se sustenta en la compatibilidad, el respeto y la confianza, ésta puede ir evolucionando al mismo ritmo que sus miembros.

En lo que respecta a las relaciones con los demás suele hacerse énfasis en encontrar personas que estén contigo en los malos momentos, que te apoyen y te ayuden a salir del pozo. Eso es necesario y está muy bien, pero después, ¿qué? ¿Qué pasa cuando estás bien, cuando la vida te sonríe y todo va viento en popa? No hablo de una situación en la que la gente se te puede arrimar para sacar tajada, sino precisamente de una en la que no puedan sacar ningún beneficio tangible.

En estos 30 años de vida que llevo a mis espaldas he podido observar en mi vida y en vidas ajenas, que cuando alguien está pasando por un mal momento resulta relativamente fácil estar ahí, bien haciéndolo de verdad porque tienes una relación estrecha con esa persona y te preocupa o, en caso contrario, empleando alguna frase prefabricada y poco más, para salir del paso. Porque claro, queda feo no decirle algo a una persona que lo está pasando mal.

Y es feo, pero a mí me parece más feo aún decirlo y no ya no sentirlo, ya que muchas veces se hace simplemente por convención social, sino recrearse en ese momento y saborearlo, como si quien lo dice se alimentara del sufrimiento ajeno. Y sí, he conocido bastantes personas así.

Son personas que se nutren de la infelicidad ajena, que revolotean a tu alrededor como buitres atraídos por el olor de la carroña. Eso es lo que les mueve, lo que les da vida: ver mal a los demás. Curiosamente, en cuanto te vas encontrando mejor e, incluso, cuando vuelve a irte todo sobre ruedas, estas personas desaparecen.

Bueno, miento, no desaparecen: se quedan observando desde una distancia prudencial tratando de poner buena cara (cosa que se les suele dar fatal) y esperando a que vuelvas a tropezar para volver a acercarse a obtener su chute de miseria.

En realidad se les suele distinguir bastante bien, porque parece que se relacionan con mucha gente, se jactan de tener facilidad para ello, pero dichas relaciones no suelen alargarse mucho en el tiempo… ¿Por qué será?

Yo quiero a mi lado personas que se preocupen por mí cuando estoy mal, que me den ánimos y que me ayuden a tirar hacia delante, por supuesto. Pero para mí es igual de importante o más que sigan ahí cuando todo se normalice y me vaya bien, para poder compartir las alegrías y los éxitos con ellas, que mis logros les dibujen una sonrisa sincera en la cara y que me transmitan que mi felicidad es también un poquito la suya.

Soy feliz si tú eres feliz no es solo una frase hecha, es una frase que hay que sentir desde las entrañas. La intensidad de ese sentimiento variará en función del tipo y el grado de relación que tengas con la persona en cuestión, pero si no sientes ni un ápice de eso por alguien, te aseguro que tu aprecio por ese alguien tiende más bien a cero.

Personalmente, es un sentimiento que debe ser recíproco, porque si no lo es el equilibrio se rompe y es muy probable que la relación se vaya al traste. Sea mucho o poco, lo importante es que cada una de las partes ponga el porcentaje que le corresponde.

Esta entrada se la dedico a “mis” personas, lleven el tiempo que lleven en mi vida, sea del tipo y grado que sea nuestra relación, nos separen el tiempo y la distancia que nos separen. Mil millones de gracias por contribuir a mi felicidad y por dejarme ser partícipe de la suya.

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