El desarrollo personal está de moda. Ya sea a través de la «healthy life», de la psicología positiva o del «si puedes imaginarlo, puedes conseguirlo», vivimos en un tiempo en el que querer lograr una mejor versión de lo que hacemos, cómo somos y cómo nos sentimos parece que va dejando de ser un tema tabú.
Que conste que me parece algo maravilloso (por si no está claro a estas alturas), ya que defiendo a capa y espada que cada persona debe asumir la responsabilidad que le corresponde sobre su propia vida y milagros. Ahora bien, a pesar de que me parezca estupendo en esencia, hay ciertos matices del asunto que me gustaría discutir.
Los riesgos de vivir en el pasado
Lo siento, pero lo que más me chirría es eso de tratar de ser «tu mejor versión». Que sí, que entiendo cuál es la idea, pero no sé qué tiene esa expresión que me da repelús. Admito que es cosa mía y de mis manías… pero no me convence, qué le voy a hacer. ¿Tu mejor versión de qué? ¿En qué contexto? ¿En comparación a qué versión de ti? ¿Por qué? ¿Para qué?
En realidad esto me pasa por algo en concreto: veo mucha (pero mucha) gente anclada precisamente en la que consideran ha sido su mejor versión, y no salen de ahí. Personas que han conseguido ciertos logros que les reportaron cierto estatus durante cierto tiempo. Pero ese tiempo ya quedó atrás y parece que su vida también se quedó congelada en esa etapa.
Por supuesto que si has conseguido la gloria puedes y deberías sentir orgullo por ello, pero lo que no es recomendable (ni sano) es que eso quede como el listón con el que medir el valor de lo que haces o de lo que eres. O, peor aún, que asumas que ese es el único nivel aceptable para ti.
Me pongo de ejemplo: sí, hice atletismo durante (todavía) la mitad de mi vida y no se me dio del todo mal. Hice mis pinitos, conseguí algunas medallas, algunos récords y llevaba orgullosa la etiqueta de «soy atleta». Y es que ser deportista de competición te da estatus. Ganar algo, aunque sea el concurso de tortillas de las fiestas de tu barrio, te da estatus. Y es algo que te hace sentir bien, que te hace sentir importante. Te hace sentir «que vales».
La importancia de sentirse importante
¿Qué pasa? El tiempo, eso es lo que pasa, y la vida con él. Lo que un día te hizo ser y sentirte importante, ya no está, se fue. Por supuesto que nadie puede quitarte tus experiencias o tus logros, que son tuyos ‘pa ti pa siempre’, pero lo más normal es que su relevancia se vaya desvaneciendo con el tiempo.
¿Y sabes lo que te digo? Que al final es más un regalo que una condena. Reinventarse es ley de vida, ya que esta rara vez es lineal (y gracias), y además es una oportunidad para experimentar varias vidas distintas dentro de la misma.
Hay muchas maneras de cultivar el estatus y de sentirte importante. Si te limitas solo a una o a un ámbito, te estás construyendo tu propio muro. Y cuando hablo de sentirte importante lo hago en términos absolutos, no relativos. Es decir, tu importancia por ser tú, no por ser más que nadie.
Volviendo a mi ejemplo: ya hace un par de años que no puedo agarrarme a mi condición de atleta. Entonces, ¿me paso los días suspirando con pesar mientras le limpio el polvo a mis fotos y trofeos? Pues va a ser que tengo cosas mejores que hacer, como seguir creando el resto de mi vida. La melancolía es muy poética y puede estar hasta bien, pero solo para un rato.
«Petra atleta» es una versión de mí que va a quedar en mi historial para siempre. Físicamente, por ejemplo, dudo mucho que vuelva a tener las capacidades y habilidades tan bien desarrolladas como en esos años (o el mismo culo, la verdad)… y está bien así. No necesito volver a esa versión, porque ahora tengo la oportunidad de desarrollar una diferente y de vivir desde ella.
Tu mejor versión es aquella que necesitas ahora
Tener objetivos y aspiraciones es necesario, pero es importante no dejar que la visión que tienes en tu mente de lo que has sido o de lo que puedes llegar a ser te distraiga de lo que eres ahora. Recuerda que las etiquetas son de quita y pon. Quien eres hoy es en lo que tienes que poner tu atención ya que es el material con el que puedes trabajar, vengas de donde vengas y sea donde sea que quieras ir.
Guarda con cariño tus recuerdos, porque son tuyos y nadie te los va a quitar, pero no vivas de ellos porque van a seguir en el pasado. Lo mismo es válido para tus objetivos: tenlos en mente, pero sin olvidar que para ir hacia ellos tienes que empezar por hacer lo que puedas con lo que eres y tienes hoy. No existen los atajos para eso.
¿Sabes lo bueno de esto? Que es igual de útil si la versión anterior de ti no te gusta. Arregla lo que tengas que arreglar, pide perdón y enmienda los errores que sea posible. Quizá no puedas hacerlo al cien por cien pero, de nuevo, sí que puedes archivar esa versión de ti y empezar a construir una nueva.
Esa nueva versión no hace falta que sea la mejor, porque tal vez ahora mismo lo que necesites sea simplemente una versión que te ayude a salir del paso… y esa será más que suficiente.