¿Alguna vez te has sentido triste sin saber muy bien por qué? ¿O quizá por todo en general? Lo que comúnmente se conoce como estar «de bajón»*. Hasta la persona más feliz y optimista del mundo tiene sus momentos, y no hay razón para avergonzarse de ello. Lo importante es acabar buscando el modo de salir del pozo: está oscuro, huele mal y la probabilidad de que pase algo interesante en él es muy cercana a cero. *(Hablo del sentimiento de tristeza ocasional. En ningún caso hablo de depresión. Son temas muy diferentes. Dicho queda.)
Nadie está a salvo de los cambios de humor, ni de las fluctuaciones en el estado de ánimo. Además de lo que sucede en nuestras propias vidas, nos encontramos bajo la influencia de diversos factores externos (sociales, medioambientales, etc.) que escapan a nuestro control. Eso por no hablar de nuestras queridas hormonas, que nos regulan y desestabilizan a partes iguales.
Lo bueno de esto es que, al ser un «mal común», también es posible encontrar soluciones comunes. Se puede hacer buen uso de la experiencia de otras personas, es decir, copiar lo que parece funcionarles.
Qué triste estoy… y qué pereza me da
Personalmente manifiesto la tristeza con apatía, así que sé perfectamente lo que es no tener ganas de hacer nada. Cuando no estoy de humor, lo primero que hago es evitar el contacto humano. Como soy una introvertida «de libro», aislarme es lo que me sale de manera natural. No digo que sea lo correcto, ya que en estas cosas no hay acierto o error; es simplemente lo que me pide el cuerpo. Si a ti te pide algo distinto, adelante.
También tengo que decir que, para mí, la peor parte no es estar triste en sí. Lo que peor llevo es la culpabilidad asociada a dicha tristeza. Es esa voz en mi cabeza que no deja de hacerme «preguntitas»: – ¿Por qué estás triste? – ¿No sabes lo que te pasa? – ¿Cómo no vas a saber lo que te pasa? – ¡No deberías sentirte mal! – ¡Tienes que estar bien! – ¡Estar bien es lo que está bien! (Cállate ya, ¡pesssada!). La voz solo me molesta si la escucho, efectivamente, en mi propia cabeza. Si procede de otra persona directamente la ignoro, que bastante tengo ya con lo mío.
De todos modos, he aprendido a aceptar esos sentimientos cuando hacen acto de presencia. Hago con ellos como se hace con esas visitas que se plantan en tu casa sin avisar. En lugar de quedarme inmóvil y aguantar la respiración para que crean que no estoy, les dejo que pasen. Lo tomo como el mal menor, y así seguramente me ahorre visitas indeseadas durante una temporada.
Después de un rato, toca seguir adelante
Si pasado un tiempo prudencial no les veo las intenciones de irse, les invito amablemente a marcharse, justificándome con que tengo cosas que hacer. Y no hay mejor manera de conseguir que se vayan es realmente ponerme a hacer cosas. El disimulo es opcional (yo lo uso poco, la verdad), pero bueno, la cuestión es que desaparezcan.
Y es que pesar de que haya algo sutilmente «poético» en sentirse miserable, suele ser más práctico sentirse bien. Dicho de otro modo: estar triste es muy cansino y poco productivo.
Una vez disfrutada la fase de dormir, llorar y sentir pena por ti misma, o cualquiera que sea tu «rutina del bajón», llega la hora de recomponerte. Ya sabes, para poder seguir con tu vida y demás. A continuación tienes algunas de las cosas que a mí me funcionan.
1. Sal a que te dé el aire
Si es a dar un paseo, mejor, pero simplemente con salir de entre cuatro paredes y ver algo de cielo, ya se consigue mucho. Lo ideal es que te dé el sol durante un ratito, para que de paso produzcas algo de vitamina D. Pero vamos, que la ausencia de sol no sea una excusa para no salir.
2. Bebe agua, mucha agua
Repito: agua, sin más. Evita que la deshidratación contribuya al incorrecto funcionamiento de tu cuerpo. Obliga a tus células a que se busquen otra razón para no hacer bien su trabajo, no se lo pongas tan fácil.
3. Muévete
Baila, camina, corre, haz el pino (bueno, el pino en otro momento, mejor). Lo que sea, pero que implique movimiento y, a poder ser, que también incremente tu ritmo cardíaco. Que fluya la sangre. La pereza puede ser muy real, lo sé, pero las drogas (ejem, hormonas) que produce tu propio cuerpo son un buen reclamo para probar a moverte y ver qué pasa. Natural y gratis.
4. Exprésate
No se trata de escribir una gran obra literaria, sino de intentar poner en palabras lo que se te pasa por la cabeza. Escribe sin filtro, sin orden, sin buscar sentido en las oraciones. El objetivo es liberar espacio en tu mente, y ni siquiera tienes por qué conservar lo que has escrito. Destruirlo, ya sea borrando el documento o rompiendo el papel, también puede ser muy terapéutico.
5. Despierta tu creatividad
Dibuja, pinta y colorea. Anímate con el punto de cruz. Si tienes algún proyecto pendiente, como pintar un mueble o hacer un portavelas con un vaso, este es tu momento. El grado de dificultad que quieras asumir es cosa tuya. Si necesitas ideas o instrucciones, puedes visitar Pinterest; si no está ahí, probablemente no exista.
6. Desconecta la mente
Esto sirve de comodín por si te agobias. Cualquier película de «no pensar» puede servir. Para los momentos realmente oscuros, mi comodín es la serie Friends: episodios de veinte minutos, que casi no hace falta digerir. Elijas lo que elijas, si sabes que te va a hacer reír, suma puntos. Recuerda que la fase de revolcarte en la miseria ya la dejaste atrás.
7. Ve hacia la luz
Haz una lista de las cosas buenas que tienes en la vida, de aquello que te motiva hacer, las cualidades que te gustan de ti… Ver el lado bueno de las cosas y ser positiva es como un músculo que también hay que ejercitar. Sí, incluso cuando no estás de humor (en esos momentos es más importante aún, si cabe). Sí, aunque te parezca una bobería.
8. Recuerda que «eres lo que comes»
Sentirte mejor es tu objetivo, y sabes que comer «porquerías» es poco probable que te ayude a conseguirlo. Puedes invertir tiempo y energía en cocinar algo. Por si te decides, en el blog de mi hermana, La Gordita está Contenta, tienes varias recetas para todos los gustos. Cocinar requiere atención plena y además es entretenido. Si no sueles cocinar y prevés un desastre, no pasa nada: el entretenimiento te lo vas a llevar igualmente.
9. Cuídate, porque tú lo vales
Date una ducha, exfóliate, ponte mascarillas varias, depílate, límate las uñas… lo que sea que entre dentro de «lo tuyo», aunque solo sea para estar en casa. La higiene personal puede hacer maravillas, tanto con el cuerpo como con la mente.
10. Vístete para la acción
Cambia la ropa de estar por casa por ropa de calle. Y no utilices la excusa de «es que yo salgo así a la calle», porque sabes perfectamente lo que quiero decir. Si lo haces a continuación del paso anterior (y no antes), mucho mejor.
Lo básico es la base (sorprendentemente)
En caso de que pienses «todo eso ya lo sabía, di algo original», yo contesto que no vale de nada que lo sepas si luego no lo haces. Cuando una no está en su mejor momento, hasta lo más básico puede parecerle un mundo. Por eso, suele ser el punto de partida más accesible, y lo que antes puede ayudar a recuperar el ritmo habitual.
Ya tendrás tiempo de ponerte objetivos más exigentes, que serán mucho más alcanzables si tu estado de ánimo es bueno. No subestimes el poder de lo trivial: es la base de todo, incluyendo lo extraordinario.
Como comenté anteriormente, esta lista se centra en aquello que puede hacerse en soledad, ya que es lo que me funciona a mí. Si quieres compartir qué es lo que tú haces para combatir la tristeza, la sección de comentarios te está esperando.
Reconozco que a veces el chocolate negro ha sido mi pequeña salvación (monentánea eso si) . Pero como solo comiendo chocolate una no vive… a veces utilizo la música para eso de «soltar». Para mi lo peor es superar ese momento «apatia» que se instala en mente y cuerpo (sobre todo mente). Para combatirlo (y no es broma) utilizo el «cine» …sisi el séptimo arte también ayuda… A mi se me viene a la cabeza esa gran fase de una escena de «Kill Bill» que dice : «mueve el dedo gordo» . Pues aunque parezca una chorrada de frase ese «mueve el dedo gordo», se va conviertiendo en «mueve una pierna»… «ahora la otra» y termina por un «levántate y anda» (que ta sería de otra peli algo más bíblica) pero que finalmente son mi impulso para levantarme de la cama y volver a la «vida» . A mi me ayuda
El cine, con lo vasto que es, tiene recursos para todo. Si esa frase en concreto hace que salte la chispa en ti, ¡a gusto! A cada persona le corresponde buscar la combinación que mejor le funcione, así que no existen las «chorradas». ;)
Pertra me parecen muy prácticos y acertados esos 10 trucos. Yo he utilizado bastantes y lo que mejor me sienta son baños en el mar y el solecito en la cara
Ahora que conozco tu blog te leeré a menudo
Besos
¡Muchas gracias Fayna! Tienes razón con lo del mar y el sol, aquí contamos con ese regalo :) ¡Un beso!