Ya hace más de una semana que volví a Madrid tras las vacaciones. Estuve la primera quincena de agosto en Las Palmas, pero el trabajo manda. Cualquier escapada que pueda hacer, corta o larga, siempre es a casa, nunca me he planteado hacerlo de otra manera. En la planificación de esos viajes influye, además de mi horario laboral, el desarrollo de la temporada atlética.
Como cada año, organicé mis vacaciones tomando como fecha de referencia el Campeonato de España de Aire Libre. En esta ocasión se celebró en Gijón los días 23 y 24 de julio. Quedé en sexta posición con una marca similar a la que llevaba haciendo el resto del año, 5,95 m., pero ese día el resultado fue lo de menos.
Mi actuación en esta última competición y en las anteriores no fue la que me hubiera gustado. Por mucho que haya querido, durante estos últimos años no he podido dedicarle todo el tiempo y energías que hubiera deseado al atletismo. Eso ha marcado la diferencia, pero no implica un balance negativo. La vida es lo que pasa día tras día, no lo que desearíamos que fuera o lo que imaginamos en nuestra cabeza.
Por eso estoy muy satisfecha por cómo he sabido compaginar todos los aspectos que han formado parte de ella durante estos tres años, desde el momento en el que decidí volver a entrenar hasta el día en el que tomé la decisión de ponerle un punto a la segunda parte de esta aventura. Si es punto y aparte o punto y final, aún no lo sé, y no me preocupa.
Ya viví en su día lo que es verme obligada a tirar la toalla. Tener la oportunidad de decidir voluntariamente cuándo crear un nuevo punto de inflexión en mi carrera deportiva es un regalo que me he hecho a mí misma porque yo lo valgo. Me ha permitido vivir el proceso saboreando cada segundo y me ha dejado instantes muy emotivos para el recuerdo.
Luché como buenamente pude todo el año y disfruté hasta el último salto, hasta el último intento no di nada por perdido. Esa es la actitud con la que quiero afrontar la próxima etapa de mi vida, sabiendo que me he convertido en una persona que es capaz de mantener la cabeza en su sitio sin importar lo complicadas que sean las circunstancias.
En relación a esto último, cuanto más lo pienso más convencida estoy de que eso es precisamente lo que el atletismo tenía que enseñarme; tengo mucho que agradecerle. Me abrió las puertas a todo un abanico de emociones, una montaña rusa en toda regla. Parece que hasta que no se ha asegurado de que puedo enfrentarme a viento, marea y arena sin entrar en estado de shock, no me ha dejado bajarme de ella… Y estoy muy agradecida de que haya sido así. Esto me ha permitido por fin tomar una decisión tan crucial desde la serenidad y no desde la desesperación, como siempre había tenido que hacer hasta ahora.
Está claro que el simple transcurso de la vida te va haciendo madurar y aprender. Aún así, hay ciertas experiencias que te curten más que a la media. Cruzar el abismo existente entre tener condiciones para X deporte y llegar a ser alguien es una hazaña reservada a muy, muy pocas personas. Lo bueno es que, aunque no consigas llegar al otro lado, si tienes dos dedos de frente probablemente seas capaz de apreciar las enseñanzas y habilidades que has adquirido por el camino.
Estas aptitudes tienen un valor incalculable y solo están al alcance de quienes hayan tenido el valor de, al menos, intentarlo. Yo me siento muy orgullosa de haber puesto todo lo que tenía para lograrlo pero, sobre todas las cosas, de haber salido fortalecida de la aventura. Unas veces se gana y otras se aprende, eso es así.
No tengo ni la más remota idea de qué haré a partir de ahora deportivamente, pero no me cierro a nada; cualquier opción es viable ahora mismo. Por el momento tengo varios asuntos a los que quiero dedicarle toda mi energía, así que ya iré viendo en qué dirección me van llevando los acontecimientos.
Lo único que sé con seguridad es que estoy tranquila. La amargura que me llegó a generar en su momento el atletismo ya hace tiempo que desapareció, dejándome solo un cariño inconmensurable hacia un deporte que ha contribuido enormemente a convertirme en la mujer que soy hoy.
– P –