Somos diferentes, pero sentimos lo mismo. Algo que anhelamos todos es sentirnos bien. Yo también, y llevo tanto tiempo pensando que estoy bien que he conseguido creérmelo. Tanto tiempo pensando que «lo único que me pasa es que no estoy siendo una persona de provecho».
¿Lo único? ¡Lo único, dice! Una de las cosas que más sentido le da a la vida, y aquí mi amiga (o sea, yo) diciendo que eso es «lo único» que me pasa. Si es que de verdad que…
Voy a evitar andarme con omisiones, paños calientes y eufemismos, porque no me han servido de mucho en los últimos años. Y porque ya aburre. A mí me aburre.
Hay cosas que están mal. Y punto
No aporto nada. No lo digo para machacarme ni para hacerme la dramática. Suelo hablar de drama pa’ las risas, nunca en serio. Pero esto es en serio. No aporto nada por el simple hecho de que no hago nada. Y cuando digo nada, es NADA.
La mayor parte del tiempo no soy ni la hija, ni la amiga, ni la hermana que quisiera ser. Ni siquiera puedo escudarme en que soy buena ciudadana o miembro de la sociedad, porque no es así. Es frustrante, y llevo mucho tiempo luchando por que no se me vaya la mente al lado oscuro.
Ya lo dejé caer en esta entrada que escribí hace ya unos cuantos meses pero, aparte de eso, no hablo del tema. Si no hablo de ello, es como si no existiese, ¿no? Pues no, las cosas no funcionan así. Las cosas no se solucionan así.
Tenemos la costumbre (me incluyo) de quitarle peso e importancia a lo negativo. Nos da miedo hacer algo mal, de manera incorrecta o que directamente «no haya por donde cogerlo».
También nos da miedo dar nuestra opinión, especialmente cuando opinamos que lo más sensato sería tirar algo a la basura y empezar de cero. Como que queda feo, ¿no?
Pero es que hay cosas que están mal y cosas feas, cosas que se pueden mejorar y otras que son insalvables. Y no pasa nada. No se acaba el mundo, ni significa que lo hagas todo mal ni que seas un despojo humano.
Que afortunadamente en esta vida casi siempre se puede aprender, rectificar, empezar de nuevo. Pero para eso hay que aceptar que algo no está bien. Que todo el mundo tropieza alguna vez, incluso varias veces al día, y la Tierra sigue girando.
Sin término medio (un poco de «yo, yo, yo»)
Esto último es importante. La Tierra llevaba miles de millones de años girando antes de que tú y yo llegásemos aquí, y seguirá haciendo piruetas cuando nos hayamos ido.
No digo esto para hacer ver que nuestras vidas son insignificantes, sino para que entendamos por qué es importante hacer zoom y olvidarnos de lo grande que es realmente el universo.
Recordar esto me ayuda a aliviar un poco la carga. Al centrarme en lo que puedo hacer en el día a día, en lugar de irme a los extremos de «no soy nadie» o «¿qué puedo hacer para salvar el mundo», soy capaz de encontrarle sentido a esta locura de vida.
Estoy cansada de disimular, de las frases hechas del tipo «estoy en ello». Que sí, que es cierto que estoy en ello. Es igual de cierto que hace 3 años. También es cierto que, si sigo haciendo lo mismo, seguiré estando en ello de la misma manera, hasta que un día deje de estar.
¿Qué es lo que me frena? Pues me frena el miedo, como a casi todo el mundo. El miedo a afrontar que, si me expreso como me quiero expresar, si hago lo que quiero hacer, las cosas cambien. Que mi vida cambie.
Lo paradójico del asunto es que, a pesar de que el cambio me dé miedo, la posibilidad de que no cambie nada me aterra. Como no hago nada, nada cambia, así que vivo aterrada. No lo recomiendo.
Una cosa que me ha costado aceptar acerca de mí es que no me gustan los términos medios. Bueno, es peor que eso: no puedo con ellos. Me resultan incómodos a más no poder, me pican y hacen que me den ganas de arrancarme la piel a tiras.
Yo hago las cosas o no las hago. No me gusta tantear, entrar poco a poco ni el «vamos viendo qué pasa». Para mí es todo o nada, con todo lo positivo y lo negativo que trae asociado.
Es un patrón de comportamiento que no he identificado hasta hace muy poco. Con esta nueva información, al echar la vista atrás para analizar todas las circunstancias en las que esto me ha supuesto un problema, me tengo que reír.
Y no reírme por no llorar, sino reírme de verdad. Ay, bendita (y maldita) ignorancia… Pero bueno, de todo se aprende, aunque sea lustros después. El mundo sigue girando.
Recapitulando: estoy cansada de disimular y no puedo con los términos medios. Ah, sí, y «estoy en ello». Cuando lo pongo todo junto, tiene mucho sentido. Tiene sentido como cadena de acontecimientos, pero también tiene sentido como el origen de algo.
Así que sí, estoy en ello. Estoy en esto.
Editando la realidad
¿Qué es «esto»? «Esto» es hablar claro. Esto es dejar los disimulos a un lado, desterrar la preocupación por que no se vean las cosas como son realmente. Es agotador, y en mayor o medida todo el mundo lo hace. Lo hacemos.
Mucha gente se queja de que vivimos en un mundo lleno de postureo, de filtros y de aparentar cosas que no son. Venga, vale, hablaré por mí: yo sí me quejo. Y esto va más allá de las redes sociales.
Creo que a estas alturas la mayoría de la gente ya tiene asumido que lo que vemos en redes es una versión seleccionada y editada de la realidad (aunque eso no quiere decir que seamos capaces de evitar el efecto que tiene sobre nosotros).
El problema es que nuestras vidas no las podemos modificar en vivo y en directo. Podemos compartir una versión editada, sí, pero la versión sin cortes nos la comemos enterita, en crudo, sin sal y sin azúcar.
Pero claro, yo conozco la mía; la de los demás me la tengo que imaginar a partir de lo que comparten, ya sea en el mundo real o virtual.
Si me guío por lo que veo, asumo que la gente es súper feliz y que no tienen las mismas crisis existenciales que puedo tener yo. Que no tiene lógica, pero a la parte emocional del cerebro la lógica le preocupa de poco a nada.
Y claro, esto que me pasa a mí le pasa a vetetuasaber cuántas personas, pero como nadie dice nada «no vaya a ser que se piensen que…», al final seguimos creyendo que tenemos algo que falla en nuestro interior y que no es normal.
Para que conste: cada persona es su propia persona. Impactante, lo sé. Pero es que seguramente lo que a mí me hace perder el sueño a ti te la traiga al pairo, y aquello con lo que tú disfrutas en tu tiempo libre es algo que yo no haría ni aunque me pagaran por ello. Personas distintas, circunstancias diferentes, ni mejores, ni peores.
Somos diferentes, pero sentimos lo mismo
Y ese es precisamente el quid de la cuestión. Las circunstancias son diferentes, pero lo que podemos sentir es muy, muy similar. Resulta que tenemos un repertorio bastante limitado de emociones y de sentimientos entre los que elegir, así que en lo que respecta a «sentir cosas» es imposible ser original.
Cualquiera podría pensar que con los cientos de miles de años que llevamos como especie sobre este planeta ya habríamos aprendido que en realidad nadie es especial (a nivel global, que nadie se me ofenda).
Pero es que a veces parece que vamos hacia atrás, permitiéndonos el lujo de mirar por encima del hombro a otras personas por cómo se sienten o cómo se muestran.
Bueno, o porque no lo hacen como creemos que lo haríamos nosotros en las que creemos que son sus circunstancias (pero que no podemos conocer con certeza). Es ridículo.
De esto no se salva nadie. Yo no, desde luego. Hago cosas mal cada día, a veces cada hora, y muchas veces no tengo ni la más mínima idea de lo que estoy haciendo.
Aún así, no creo que por ello deba sentir que estoy fallando como persona. Ni yo, ni tú, ni nadie. Y precisamente por eso quiero dejar de contribuir a este teatro en la medida de lo posible.
Estoy cansada de tanto secretismo, de los temas tabú, de tener que pasarle el filtro de la corrección a todo lo que pensamos, decimos y hacemos. Del «estoy bien», «no importa», «no pasa nada», cuando se te ha caído el corazón a los pies o te está hirviendo la sangre. O cuando en realidad estás pensando que te gustaría desaparecer.
Las dudas, la culpa, el miedo, la vergüenza. La envidia. «Eso no se dice», «eso no se hace», «de eso no se habla». Sonríe. Disimula. «No te rebajes, que no se note que estás sufriendo». «Los trapos sucios se lavan en casa».
Que no es cuestión de exponer nuestras miserias en un escaparate ni de practicar el sincericidio. Está claro que esa no es la idea. Solamente se trata de mostrar un poco más de honestidad, y humanidad. De tener más empatía, más compasión y de pensar antes de hablar.
De entender que nuestras vidas son diferentes, pero que cualquier cosa que experimentemos en ellas es gracias a que somos seres humanos compartiendo tiempo y espacio en el mundo, que al final es lo que nos une.
Por el simple hecho de escribir lo que has escrito, que a tantos/as de nosotras nos resuena y nos hace sentir comprendidos/as, yo nunca diría que seas alguien que no aporta a esta sociedad, sino todo lo contrario ¡Ojalá un café contigo, Petra!¡Un abrazo fuerte! Lorena.
¡Muchas gracias por leerme, Lorena! Estoy explorando la posibilidad de que esto sea lo que puedo y debo aportar… pero aún «estoy en ello» (guiño, guiño). Algún día nos tomaremos ese café, ¡seguro! Un abrazo de vuelta para ti. :)