Estando en Las Palmas (de Gran Canaria), durante las vacaciones de Navidad, me compré unas mallas de marca para entrenar. Negras y simples, sin dibujos psicodélicos y sin efectos extraños. Llevaba buscando unas mallas así años, pero hasta entonces no había encontrado unas que cumplieran todos los requisitos que pedía, tanto estéticos como económicos.
Qué bien, ¿no? Felicidades para mí. Pues solo casi. Como ya llevo unos cuantos meses interesada en esto del minimalismo, la vida más simple y demás, mi visión respecto a muchas cosas ha ido cambiando, y sigue cambiando día tras día. Ser más consciente del impacto de las elecciones que hago es una de ellas. Entre otras cosas, he estado informándome sobre el gasto energético derivado de la producción de ropa (solo he llegado hasta la ropa de momento) y los problemas éticos que la rodean, la importancia de la huella que dejamos los humanos en el planeta, es decir, la demanda que hacemos de los recursos de la naturaleza… Ese tipo de asuntos.
Me encuentro preguntándome constantemente de dónde viene y a dónde va lo que consumimos, lo que consumo. Lo mismo me pasó con esas mallas, que también me hice preguntas, cuyas respuestas más o menos conocía y no eran de mi agrado. Aun así, decidí comprarlas, porque todas excepto un par de las que utilizo actualmente tienen entre 9 y 15 años, así que estaba segura de que el uso que iba a sacar de ellas podía compensar en cierta medida aquellos aspectos que no me convencían.
Una persona muy cercana a mí me dijo que eso era tener doble moral, refiriéndose a que no podía hablar de ética y sostenibilidad y luego comprar esa prenda, conociendo su más que probable procedencia. Este comentario me sentó tan mal… Seguramente porque sabía que tenía razón, ya que no fue una forma de actuar muy coherente. Me sentí muy hipócrita.
Desde entonces, me he seguido informando y he cambiado un poco la perspectiva sobre el tema. No soy perfecta, pero tampoco lo pretendo. Lo que sí pretendo es actuar cada vez más acorde a mis valores, aunque haya veces que no me sea posible. Habrá momentos en los que pueda parecer que tengo doble moral, pero prefiero tener dos a no tener ninguna. No es ser hipócrita, es hacer lo que puedo. Al menos intento que mi comportamiento se ajuste lo máximo posible a aquello en lo que creo, y hay ocasiones en las que esto supone un auténtico esfuerzo. Lo bueno es que ese esfuerzo lo hago con gusto, porque me ayuda a parecerme un poquito más a la persona que quiero ser.
Aunque no se pueda hacer todo, siempre se puede hacer algo. Muchos algos, suman un mucho. Hacer nada, eso sí que no suma. Ante la duda, algo, siempre.
– P –